viernes, 22 de enero de 2010
Entrega de los XI Premios Odisea de Literatura
El próximo viernes en la Casa del Libro de Fuencarral 119 se presentarán las dos obras ganadoras del XI Premio Odisea de Literatura donde se hará entrega de los premios a Rubén Mettini como ganador con la novela Tres Noches y a Cristina Martínez como finalista con la novela Medias naranjas. Aprovechando la cercanía de este encuentro entrevistaremos a ambos autores:
Rubén Mettini Vilas, TRES NOCHES
Una habitación, dos desconocidos y tres noches. Estas son las premisas sobre las que se asienta la gran obra con la que Rubén Mettini ha ganado el XI Premio Odisea de Literatura.
Antes que nada felicitarte por el galardón, ¿cómo surgió mandar ‘Tres noches’ a esta convocatoria?
Una amiga íntima y compañera de aventuras literarias hace unos 15 años que venía diciéndome que tendría que escribir una novela gay. Tardé, pero le hice caso. Además Tres noches fue una creación y una realización rápida. Volvía a escribir novela después de nueve años de dedicarme a mis diarios personales. Llevo cuatro volúmenes de trascripción de diarios, unas 1.500 páginas por el momento. Si sumamos unas siete novelas y tres obras de teatro, vaya, eso es mucha literatura. Así que escribí Tres noches en “estado de gracia”, como si me dictaran las palabras y yo debiera apresurarme para no perderlas. Nunca creí en las musas, pero algo así hubo en este caso. Deben ser “los musos”.
¿Cómo te sientes tras haber resultado ganador del XI Premio Odisea?
No creí que ganaría. Pensé que saldría finalista, sobre todo porque tenía confianza en la calidad literaria de la obra. Pero no creí que iba a ganar. Me siento muy contento. Hacía años que no presentaba una obra a concurso.
¿Cuáles son los ingredientes de ‘Tres noches’?
Dos novelas en una. Dos voces en las antípodas. Una serena, otra desenfada. Una tristona, otra divertida. Una novela que plantea los interrogantes y otra que da la solución de los enigmas. La idea que la organiza es que el recuerdo está en las células del cuerpo, más que en el cerebro. De allí que evoque a Kavakis en ese poema llamado Recuerda, cuerpo. Un sabor, una música, un gesto que vimos, una piel que sintieron nuestras manos, nos devuelven el recuerdo. En definitiva volvemos a la dichosa “magdalena” de Proust.
¿Cómo fue la idea de introducir un personaje de 70 años?
La cultura gay ha quedado enrocada en el “efebismo platónico”. Digamos que gay es una persona entre 18 y 40 años. Entre los 40 y los 80 el gay se metamorfosea en “el Hombre Invisible”. Aquí quise dar voz a un gay de la tercera edad. Es la gente que tuvo las cosas difíciles para aceptarse. Y muchos de ellos abrieron el camino de la liberación, para que los jóvenes tengan hoy una vida más feliz. Casi nadie escribe sobre estos viejos y tal vez sean los que más lean.
¿Qué tiene de real ‘Tres noches’?
La idea surgió de la novela de Kawabata, La casa de las bellas durmientes. Fue leer 15 páginas y tener en la cabeza la idea de Tres noches. El personaje de Lucas está inspirado en un amigo de Galicia, un chico de 30 años, que padece una osteoporosis que denominan “huesos de cristal”. Somos íntimos, pero nunca nos hemos visto. Una persona que me ha enseñado a ser alegre y positivo a pesar de la adversidad, aunque su enfermedad no aparezca en la novela. El otro, Alex, está basado en un amigo que, hace un año, pasó volando por mi vida. Algo así como un ángel. El personaje de Alex se construyó en base a un ser real. Su vida es muy parecida a como la presento en la novela.
Por primera vez he sido autobiográfico, aunque todo el argumento esté organizado como una ficción y yo no aparezca como protagonista.
Lucas y Álex, además de compartir cama, ¿qué otros aspectos les unen?
Lucas y Alex no se conocen. No revelaré los aspectos que les unen porque sería suprimir el misterio. Sí, puedo decir que una persona les une. Una persona que aparecerá en la segunda parte de la novela. Sebastián, alcahueta, proxeneta o celestina, como él mismo se define. Un personaje bastante descreído del amor, pero buen amigo de sus amigos. La bondad me emociona. Es mucho más fácil escribir sobre seres malignos, ambiciosos o deshonestos. Pero hallé mucha gente realmente buena, con entidad moral, en mi vida. Y quise homenajearlos.
Tres noches no es lo que parece, ¿te gusta ‘engañar’ a tus lectores?
“Engañar” no es la palabra. Simplemente sembrar enigmas para que el lector se plantee hipótesis y vaya desechándolas o confirmándolas. El propósito es un diálogo con el lector, a través de los personajes y del “placer del texto”. Más que engaño es complicidad. Y una especie de relación sensual y amorosa con el que lee.
Tras casi treinta años afincado en Barcelona te has convertido en una figura muy activa dentro de la literatura catalana, ¿qué te animó a escribir en catalán?
Exceptuando Tres noches, nunca he sido autobiográfico en mis obras. Siempre entendí la novela como una construcción artificial, bien estructurada. Me gustó tratar los paralelismos históricos, personajes que son guiados por una mano invisible o la presencia del autor entre los protagonistas. Tal vez este artificio más mental que real, me llevó a usar una lengua que no es mi lengua materna. Cuando uno trabaja con otra lengua, al margen del significado, las palabras ganan peso sonoro. Y la escritura adquiere un valor algo preciosista. También he escrito algunos sonetos en italiano, al estilo de Dante.
Este no es el primer premio que recibes por una novela tuya, ya has ganado el Premio Sonrisa Vertical y el Premi Ciutat d’Alcoi, ¿cuéntanos el secreto?
Gané premios menores y quedé finalista en otros concursos. En Sonrisa Vertical salí finalista, no gané. Pero resultó un buen pasaporte para que la obra fuera publicada. En los talleres de escritura siempre animo a los participantes a presentarse a concursos literarios. Si el concurso no tiene un premio de montones de euros y no está manipulado de antemano, siempre hay posibilidad de colocarse entre los finalistas. Eso siempre que la obra sea buena. Confiaba totalmente en que el premio Odisea era legal, neto, sin amiguismos. Y eso me animó totalmente a enviar la novela. Creo que la intuición no me ha fallado.
¿‘Tres noches’ es la primera ‘novela gay’ que escribes? ¿Existe eso que llaman ‘literatura gay’?
En mis otras novelas siempre había algún personaje gay o situaciones de ambigüedad sexual. Además escribí una novela, llamada De vidas encastradas, sobre los castrados del 1700, entrelazados con los transexuales de la segunda mitad del siglo XX. Sin duda existe el “género gay”. El género erótico, al que me dediqué bastante tiempo, tiene una tendencia actual a desaparecer. No sé si el género gay perdurará, pero hoy por hoy existe y está bien vivo.
¿Cuál es la última novela que has leído? ¿Algún autor/a fetiche?
Un autor fetiche; sin duda para un argentino Jorge Luis Borges está grabado en el ADN. Borges es un gozo o una agonía. O se lo aborrece, o se lo adora. Si Borges es la “pareja” de toda la vida, luego, uno tiene “romances temporales”, autores con quienes compartimos buenos momentos y luego abandonamos, pero se los recuerda con mucho cariño e incluso se vuelve a ellos. Siendo una persona que lee mucho, no sólo por gusto, sino también por coordinar clubes de lectura, tal como me vienen a la memoria y algo anárquicamente, citaría a Margarite Yourcenar (siempre deseé haber escrito Memorias de Adriano), Stefan Zweig, , Musil, Vila-Matas o Michel Cunningham. Julio Cortázar, también, por supuesto. Ahora tengo un romance con una autora espléndida, Amélie Nothomb. Las últimas leídas de ella son Ácido sulfúrico, Cosmética del enemigo y El sabotaje amoroso.
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